De los personajes que suman a Trujillo, hemos hallado a uno bastante especial, un sempiterno llamado Raul Silva.
Raul Silva Yepes es, a consecuencia de todas sus vivencias un soñador, un hombre que aún prodiga y ve el mundo con otros ojos; va hacía la mar, hacía el jardín, recorre sueños intangibles u olvidados por muchos hombres… y está en contra, o lo parece, de los fines puramente económicos. Conocido solo como Raúl, detesta el usted, y a su vez ejerce reticencia a las entrevistas, todo lo contrario sucede si le invita a conversar. Esta pues, no es una entrevista, es una conversación, donde es válido equivocarse, reír, pero, sobre todo, entender la magnitud de la propia vida.
Por: Jesús Escamilo / Fotografía: Anthony Ibáñez Carranza
Los domingos esta ciudad amanece sosegada, al parecer hasta el ruido ensordecedor duerme por un momento. No son ni las siete de la mañana y hay cierta quietud. Hay una presunta calma, que los otros días no han conseguido. Tampoco se habla de pueblos sin gente o mercados deshabitados. Es cierto, aún hay muchos por las calles, no se sabe cuántos, y tampoco la numerabilidad es tan importante; en cambio, a diferencia de la gente que seguirá caminando, la ciudad dominical tiene un compromiso más lento con la vida. No va a 100 km/h. No evidencia una demasía de automóviles. Se escucha quizá al canillita, al panadero tocar una bocina, y un hombre como Raúl Silva ya está de pie.
Domingo, antes de la siete de la mañana. La cita pactada es solo un formalismo, el timbre de la casa de Raúl suena, él baja y abre la puerta. De inmediato al terminar de subir las escaleras, un hall para esperarlo un momento, Raúl bromea con la hora, pero dice que es una hora propicia, acorde a otras expectativas. Ya estando afuera, antes de llegar a alguna avenida de la urbanización Santa María, se pregunta el precio a dos taxistas. El primero descartado, el segundo, sí; cruzará algunas calles y avenidas, el destino: la playa de Salaverry, el eco proverbial de alejarse un poco.
La vida en diferentes direcciones y la playa de por medio. Si Trujillo, de la que se escapa por un momento, concede una mediana serenidad; Salaverry termina por instaurarla, y su playa la dibuja con una clara evidencia. Solo la mar, la arena, uno que otro hombre caminado. Minutos más adelante la ecuación complicada y pensante de pregunta respuesta, será desterrada, no será usada. Adiós, en todo caso. Hablemos, dice Raúl, y ya se da el primer paso hacía la ribera.
Salaverry
(Antes, Raúl en el taxi había hablado de Vargas Llosa, todo esto debido a que la literatura se ramifica en la conversación dentro del taxi. Además de política y Trujillo).
Siente Trujillo: Raúl empecemos por la primera pregunta. Llama la curiosidad la historia del Jardín de los sentidos ¿cómo empezó todo?
Raúl Silva: Yo creo que por estar en el lugar que estamos -Salaverry- no se puede empezar así. Tú me quieres llevar en seco al pasado vergonzoso. Mira, estamos en uno de los sitios más hermosos, fíjate en esas dunas y como se van creando los planos; atrás está la neblina y las apus, y todo lo que se respira acá, háblame de este momento. El hecho de venir a la playa es conversar como amigos, me mandas una pregunta formulada y yo te puedo dar una respuesta también formulada… y todo el mundo se puede ir a su cama en paz.

¿Desde cuándo vienes a caminar por aquí?
Bueno, yo vengo desde hace muchísimos años.
¿Promedio?
15 años.
¿Todos los domingos?
Todos los días. Hay días que no puedo, entonces hay días que vengo en la noche a caminar. Mi deseo de acercarme al mar es permanente, pero vengo a la hora que puedo. Menos mal está tan cerca. Escucha ese sonido, esa es la maravilla del mar. Suena. Casi vengo por el sonido. Además, que se tiene otro respirar, hay mucho más oxigeno acá, se puede respirar con mayor facilidad.
Te envuelve el sonido del mar…
Sí, es una de las maravillas del mundo, y lo tenemos aquí.
Y no cuesta.
No cuesta, pero es carísimo. Te cuesta la decisión, por ejemplo, tú te has levantado a las 6: 30 a.m. para venir a ver a este hombre. Se paga caro, no es que nos estén cobrando para entrar
Se paga un derecho intangible ¿Qué recuerdos gratos te trae la mar?
Yo he tomado uso de razón con el sonido del mar. Mi relación con el mar es muy estrecha. Dejé el mar para ir a hacer el jardín.
¿El agua por las plantas?
Yo siempre he vivido, digamos mi infancia, a 50 metros del mar, he pasado vacaciones en la playa.

¿Dónde transcurrió tu infancia?
Yo nací en Lima, y nos vinimos a vivir aquí a Trujillo. Yo tenía mi tío abuelo que era como mi abuelo, él vivía en Chimbote a 50 metros del mar, y para ahí me llevaban de muy niño porque había muerto mi padre. Nos fuimos para allá dos años; yo he tomado conciencia con el sonido del mar; a la vez, tengo una necesidad de él y le tengo mucho respeto hasta temor, pero cuando suena ya no le tengo temor. Le tengo miedo cuando esta callado.
¿A la quietud?
A la resaca. Lo que pasa cuando revienta la ola, es el sonido, pero hay momentos que cuando la ola se desliza ya no escuchas ni el sonido o se va apagando (escucha)… Lo que pasa es que aquí hay mucha continuidad de olas, en cambio si fuera una ola grande, luego el sonido sería más seco. Ahí no sabes dónde esta el mar. Pierdes una relación de saber si está en su lugar o a lo mejor ya llegó a tu casa (ríe). Y eso sí da miedo. O me daba miedo como cuando niño.
Ahora para imaginar tal escena se tendría que cerrar los ojos ¿no crees?
Es que te estoy contando mi memoria de tres o cuatro años.
¿Qué playas has conocido?
Bueno… no sé si mi mar maternal es el de Chimbote, pero ahora es este, Salaverry. He pasado vacaciones en Huanchaco, he vivido en Buenos Aires, siempre a lado del mar. Voy frecuentemente a Órganos a escuchar el mar… hasta les han puesto un nombre a los que escuchamos el mar; es un disfrute para el oído que va directo a la vena.
Tú estuviste en España ¿Qué playas visitaste?
Yo vivía en Madrid, y estaba como a seis horas del mar, pero alguna vez iba a Valencia. Pero cuando estaba en Madrid y perdí el contacto con el mar, a mí me dio lo que se llama un trauma paisajístico. Yo vivía en la casa de unos amigos, un día estábamos en el coche, como se le dice allá; íbamos no sé a qué lugar y la calle era de subida, como una loma. Yo sabía que al otro lado no estaba el mar, pero yo siempre tenía la esperanza de encontrar el mar, lo cual me pasaba casi todos los días. A ese nivel extrañaba yo el mar, me decía ahí va a estar, llegábamos y seguían las casas, las calles. Pero el ultimo lugar donde estuve en España, luego de estar tres años, fue en las Islas Canarias y volví otra vez a abrazar el mar.
El sonido del mar sigue, se hace constante, más fuerte. Sucede que a veces se calla. Raúl Silva sigue hablando, el mar lo sigue, van a un ritmo, como si se pertenecieran, como si dijese, ven, sigue, habla más de mí. Ninguno se calla, y no se trata de palabras, es un magnetismo de miradas o algo más.

Retomando tu infancia, es fácil acordarse de tus palabras. Alguna vez en una entrevista que se le realizó a Cortázar en un programa llamado “A fondo” el decía que el recuerdo de su infancia en Barcelona, sobre sus visitas a la playa, el olor a sal y el temor de las olas, a lo cual agrega que el niño ve las cosas de una manera más primitiva… luego regresó muchos años después y veía todo de manera distinta.
Hemos cambiado totalmente. Hemos crecido, de pequeño hemos visto el mundo con los ojos a una altura. Un niño ve a otro nivel de óptica de acuerdo con el tamaño. Las rocas para él son montañas, y se imagina y juega. De adultos hemos cambiado, nos hemos convertido en unos pobres desgraciados que ya no juegan, que ya no sueñan. El oso no lo ha pedido.
¿Oso?
El oso sigue jugando hasta sus últimos días.
Todos los animales ¿no?
Ya adultos no juegan. El gato, el perro, se hacen domésticos y viejos. Y dejar de jugar es terrible. Uno de mis juegos de chiquillo era meterme debajo de la mesa del comedor o debajo de la cama. Esas alturas son maternales, de seguridad, era casi como volver al vientre materno. La quietud, el tamaño y toda la protección… el misterio de la semipenumbra me fascinaba. La vida, que podía tener debajo del piso de una cama o todavía, poder entrar debajo de la mesa era un lujo. Todo muy natural.
¿Pero hoy qué se puede hacer contra los nuevos juegos, los virtuales?
Quemar todo (el comentario lleva una risa de por medio, es claramente una broma) aunque se debe saber que el niño tiene por naturaleza el contacto con los juegos, y no digo por los virtuales.
¿No lo está perdiendo?
Lo castramos los adultos. La etapa del niño es el amor por el amor, el jugar por el jugar; lo que no lleva amor se cae, termina siendo insostenible.
Entre tanto, Raúl camina como si esta arena y la playa de Salaverry se unieran a él. Dice desde donde está, que desde allá se comienzan a dibujar los apus. El sonido de la mar acompaña.
Te hago una pregunta Raúl ¿La relación que tú tienes con la naturaleza de dónde o cuándo o quién la inserto en ti?
Todo puede estar acorde un con clave política, según lo que conversábamos hace un rato (Raúl se refiere a la conversación del taxi). El paisaje en medida es política, porque afuera están los parques, los árboles, en gran medida. Los de casa que pueden tener cada familia son pequeños a comparación a los que están afuera.
La pregunta es interrumpida, Raúl abre los ojos como si fuesen dos soles que ven el amanecer. Tengo que llevar esto, dice, la pregunta ya fue interrumpida por la naturaleza. Yo colecciono esto. Por ejemplo, este ha salido a lo mejor de treinta o cincuenta años, lo dice por un pedazo de madera de forma alargada y que parece una columna. Estuvo fondeado, vuelve a decir, observa la madera, y sigue diciendo, mira aquí, hay adheridos mariscos, choritos, y estos huecos están hechos por unos animales en el mar; debe ser una pieza de una lancha, aquí tiene el espacio para los pernos. Tengo que llevármelo, dice Raúl.
Más tarde, de la manera más afectuosa y dentro del Jardín de los sentidos, la historia de la madera será comprendida de mejor manera, observando una pared, la que da a la entrada. Caminar y ver con ojos de niño, sigue siendo la consigna.

¿Sabes cuántos pedazos de madera que te ha devuelto la mar tienes?
Se llaman “madera de deriva” y está trabajada por el propio mar. No las cuento, para qué contar.
Raúl diría de la madera de deriva que es algo muy hermoso. Encontró otro pedazo, más pequeño y tenía una forma extraña, seguiría diciendo que en estos regalos que te devuelva la mar hay todo un trabajo de carpintería, de ensamble. Le daría una connotación “esta pieza que agarra esta pieza, y que ahora da vuelta sobre sí misma”. A pocos pasos otra madera de deriva de color turquesa, y también encontraría dentro de la madera un clavo antiguo. Y era así, un clavo viejo, pero también oxidado, y resistiéndose al tiempo. «Este clavo es muy antiguo, de seguro no lo encuentras en la carpintería, más adelante otra aclaración, encontrarte con esta memoria para mí es…» y mientras Raúl busca alguna palabra, el silbido del mar proseguía ¿Raúl, tú vas recogiendo todo? «Mi madre diría que son cachivaches», respondió, y «Orietta, una amiga muy querida que acaba de morir diría que es mierda…» en el tono más sarcástico y cordial. La caminata continúa, por aquí el cielo empieza a aclararse.
¿He visto que tenían fotos juntos?
Sí, dos semanas antes de su muerte estuvimos reunidos (Raúl intenta cambiar de tema de manera rápida). Por ejemplo, la memoria de esta raíz de carrizo, esta es una planta que crece a las orillas de los ríos y de las acequias y tiene la peculiaridad que con sus raíces crea una red, una malla, para que cuando el río crezca no se coma la planta. Es una planta que fija el suelo por naturaleza. Aquí el río entregó al mar este carrizo, y el mar a la orilla, es un elemento de memoria.
¿Ya de pequeño coleccionabas cosas?
No tanto así, pero con cosas de mar no me he resistido… a mí me conmueve la naturaleza, es como estar en un museo, pero sin coste alguno ¿Por qué no está lleno esto? La gente prefiere gastar su dinero en otras cosas.
¿Tú crees que por perpetuar la mar hiciste el jardín?
Es una necesidad, y no tiene punto de inicio.
Raúl mira la mar y dice que ha cambiado, que podemos estar perdidos. No es tan entendible, cierto también es que él conoce cada centímetro de este territorio, quizá si cerrase los ojos, quien lo viese, creería que hasta pueda calcular el ritmo del viento. Ahora habla, y comienza a contar una historia, dice que es de Gabriela Mistral, – Texto leído por Gabriela Mistral en el Instituto Vásquez Acevedo, con ocasión del curso latinoamericano de vacaciones, realizado en Montevideo, Uruguay en 1938. Asisten a este curso junto a Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou –, el texto empieza…
Cuentan que una vez una señora entró a un jardín y le pidió una rosa al jardinero, con esa tremenda superficialidad que tenemos las mujeres, una rosa. Pero el jardinero era un varón muy profundo, era un viejo jardinero, muy vivido. Y el jardinero le contesta: Yo le doy a usted la rosa, la que quiera, siempre que la corte donde ella comienza. Entonces la señora se va derecho a cortar, allá a medio tallo, por ahí. Y le dice el jardinero: No, la rosa no comienza ahí. ¿Usted cree que la rosa va a comenzar casi en el pedúnculo? ¡Ah! Dice la señora, y entonces va con la tijera más abajo. ¡Ah, no! Le dice, es que usted se equivoca. ¿Usted cree que ahí comienza esa cosa florida que hay allá arriba? ¿Y con qué savia se alimentaría? ¡Ah! Dice la señora, y va a cortar sobre el suelo. ¡Ah no! Le dice el jardinero, ¿usted cree que es ahí precisamente donde ella comienza? ¿Y la raíz? ¡Ah! dice ella, entonces la voy a arrancar. Y le dice el jardinero. ¿Usted cree que comienza en las raíces? ¿Y de dónde vendría todo lo que tiene? La señora se queda muy perpleja y no la cortó.
… Los sueños no nacen en lo que ves, nacen en la memoria, y ni eso. La misma Mistral decía: los sueños nacen en una multitud de memorias. Raúl vuelve a hablar del mar, sobre un remo que se llevó a casa. De la hermosura de estos momentos, también explica o cuenta que en la noche este mismo lugar es más hermoso. Calla, vuelve a hablar, ve los rayitos del sol caer en su cuerpo, en la arena, en el mismo Salaverry. La ciudad comienza a levantarse.
Regreso a Trujillo
(Raúl sentado en la parte de atrás del taxi conversa de cine, dice que ya no le gusta ir, que el cine mismo -empresarialmente- con su última política de consumo, está perdiendo su esencia, le parece ilógico que las personas se distraigan con el celular dentro del cine y con la comida. Su última película vista en el cine fue “Chicama”. De igual modo se acuerda de la película “El beso de la mujer araña”, de la misma manera de la poesía de Lorca, antes había hablado de Arturo Corcuera. Al final el taxi ha llegado, abre la puerta, bienvenidos al Jardín de los Sentidos).
Jardín de los Sentidos
… Hemos viajado acompañados de flores y de plantas
El jardín es la representación de los astros en la tierra
Para hacer jardines no hace falta el elemento vegetal
Existen jardines sin plantas
Los jardines Zen de los templos en Kyoto no tienen plantas
Para ser jardines debe existir un límite
La presencia del agua como sostén de la vida
Que se vea y que no se vea
Pero lo más importante para un jardín es la intención
Para qué se ha hecho
La intención supera a la obra física
La intención conecta con la magia, con lo espiritual
Hacer jardines es una conversación debajo de cualquier árbol
Hacer jardines es una conversación debajo de cualquier ramada
Y hacer jardines es conversar sentados en un podio.
Las antiguas alfombras persas son planos de jardines
Los mantos paracas son planos de jardines
Cusco y Chan Chan tenían jardines
El jardín es la búsqueda de la utopía
La trinchera de la libertad
Es un juguete que solo se enseña y se presta a los amigos
Vuelvan pronto al Jardín de los Sentidos
Vuelvan pronto
Gracias.
Raúl mientras toca el hapi drum.

Raúl aquí se magnifica la naturaleza.
El jardín no es la naturaleza, es uno de los caminos cortos para llegar a la naturaleza, es un vehículo. El jardín es una obra humana, es un concepto instalado, es un pretexto, una trinchera.
¿En cuánto tiempo grabó el documental Javier Ponce?
No, Javier llegó para la realización de esos formatos –cuadros-. Luego como poetas y pintores se hicieron esperar, Javier dispuso un par de arañitas y como a lado de él estaba Leonardo Sasso (un actorazo argentino) comenzó a grabarlo sin que se dé cuenta, posterior a lo que te digo empezamos. Yo di una semblanza del jardín, Javier una semblanza de arte y sanación, se trata de convertir tu dolor o lo que puedas llamar enfermedad corporal o mental convertirla en un tesoro, hacerla alquimia. Entonces las pinturas son las propias frustraciones de los diez pintores y de los seis escritores, se hizo el recorrido y luego el trabajo de pintura. Todo se hizo en un día. Y el documental, que no lo es, sino solo un video, fue porque se le mando las fotos de Sisi Madeline a Javier y el resultado fue el video.
El concepto del trabajo es el cambio del hombre cucaracha a la conciencia del ser humano. Y lo que venimos trabajando es jardín y sanación, interdisciplinando las artes. En ese caso en concreto fue pintura y escritura, luego música y sanación con dos cantantes argentinas; el jardín es un arma para reencontrarte a ti mismo y a los demás, porque esto es una guerra.
A esto, a qué te refieres ¿A la vida?
Sí, claro. La existencia.
¿Crees que vamos a ganarla?
Está perdida.
Pero luchar y saber que vas a perder ¿no es un despropósito?
Mas despropósito sería sentarte a que te ganen. Uno tiene que luchar siempre. Hemos nacido sabiendo que vamos a morir, entonces métame al cajón y se acabó, no es así, hay que luchar siempre.
¿Va funcionando con los demás lo de jardín y sanación?
Es lo que estamos intentado registrar, el primer ejemplo soy yo. Me ha pasado a mí, por eso lo creo.
Fuera de ti…
Ha pasado muchas cosas, pero yo no soy quien para decirlo. Hay gente que lo dice, será su responsabilidad, yo propongo. Hay que romper con su rutina y viene, y estamos trabajando con nuestro público más serio, los niños. Estamos trabajando afiches, además el evento del 27 “Naturaleza y sensorialidad, educación del hoy para el mañana”. El jardín está interesado en niños de tres a ochenta años, será su mejor logro del jardín.
El jardín tiene un sinfín de flores; Raúl, al ser preguntado, siempre tiene la respuesta ideal. Lleva al que somete la pregunta a su bien o ejercicio más preciado. Al caminar, las esterlicias han florecido, es el primer año de abundancia de la flor más conocida como ave del paraíso. El jardín tiene la ductilidad, la magia del viaje y cada estación es un propósito distinto, como el Aloe del Mediterráneo. En estas fechas el carrizo ha crecido, hace treinta años han sido sembrados. El carrizo es una planta rústica, no acepta el manejo, trabaja más en la tierra que arriba, y sale, cuando se le da la gana. Raúl cuenta que de pequeño en su casa preparaba una fiesta a una penca, y que su relación con el carrizo es desde chibolo, incluso enseña el techo de su casa que es de carrizo, él le da forma, sigue creyendo en su color, dice, solo basta imaginar. Al final muestra su tesoro, un cuarto lleno de madera de deriva y ríe, y como todo buen tesoro, sabe que ya no le pertenece, que otras personas lo necesitarán. Entre conversación y conversación también se traslada a la historia de Trujillo, a nombres como Haya de la Torre; Teresa Fuller, la hija de Chabuca Granda; José Watanabe, poeta laredino, además de jocundas historias de la guerra. Pero, sobre todo, habla de los otros, no de él, como si su persona desapareciera y no es así, aunque él se empeñe en camuflarse en lo que más ama: lo etéreo, la naturaleza y sus amigos.
Así se describe el Jardín de los Sentidos
El Museo Jardín de los Sentidos se inicia en 1984, siendo un espacio de reconciliación y reencuentro con uno mismo y con nuestra esencia, la naturaleza. Somos un jardín-museo de investigación experimental , donde buscamos a través de los sentidos la reconexión con la naturaleza. En la experiencia se realiza un ritual que contiene los siguientes pasos:
1. Anfiteatro: Iniciación al estado de sosiego; interiorización y respiración. La experiencia acústica de las aves, el viento y las plantas.
2. Abrazo a las palmeras, depuración de malas memorias y enfermedades.
3. Recorriendo el laberinto de geometría sagrada, fragancias y memorias. Se camina entre plantas medicinales. 4. Casa de los Sueños, Afirmaciones y se trabaja una mecánica de perseguir las metas y los sueños.
5. Jardín del Camino Largo: De retorno al anfiteatro. Se aprecia nuestro en Arboretum: magnolias, palmeras, cycas, grevilleas, laurus nobilis, ligustremias, ciprés piramidal, callistemon y ficus.
Visita aquí la fan page del Jardín de los sentidos.
Puedes encontrar más entrevistas en Trujillo Beat.
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