Augusto Rubio Acosta
Cuando las mujeres son pobres, sus derechos no están protegidos. Se enfrentan a obstáculos que pueden resultar extraordinariamente difíciles de superar. Si a ello le sumamos la discriminación de género y la falta de educación, la carga se torna desproporcionada; situación que genera una serie de privaciones en sus vidas y pérdidas para la sociedad en su conjunto.
A pesar que tanto mujeres como hombres sufren la pobreza, la discriminación de género hace que las mujeres cuenten con menos recursos para hacerle frente. Así, tienen más probabilidades de ser las últimas en alimentarse, las últimas en acceder a la atención sanitaria, y normalmente se ven atrapadas en tareas domésticas no remuneradas y altamente laboriosas. Además, tienen menores opciones para ir a trabajar o emprender negocios. La educación adecuada está generalmente fuera de su alcance.
El país que habitamos es uno que ni siquiera tenemos; es uno que ha fracasado (qué duda cabe), un país que indigna por donde se le mire, que se desangra, una tierra enferma donde aflora la pus (González Prada) ni bien se pone el dedo en la llaga.
La pequeña exposición fotográfica que se inaugura en Salaverry este 6 de marzo (en el marco del Día Internacional de la Mujer), como toda expresión artística y material, refleja la vida de la institución donde nace esta iniciativa: un espacio dedicado a fomentar la cultura y a visibilizar el sentir de la niñez. En tiempos en que el tejido social se encuentra sumido en una profunda crisis, atestado de depredadores serviles a un sistema económico que embrutece a hombres y mujeres, que los simplifica y anula su capacidad creativa reduciéndolos al confort (a constituirse en meros consumidores de productos, la mayoría de ellos prescindibles), es necesario resistir a través del ejercicio del pensamiento, cultivando todo aquello que en verdad nos enriquece y nos mejora.
El número de mujeres y niñas que viven en condiciones de extrema pobreza asciende cada año a cifras exorbitantes. Al ingresar al asentamiento humano Las Lomas de Salaverry, la realidad nos sacude. Si la eliminación de todas las formas de violencia en contra de las mujeres y las niñas es una condición indispensable para forjar sociedades pacíficas, ¿qué hacer con el mundo violento en que ellas viven?
Las fotografías de Jorge Luis Segura Cueva recogen la diaria interacción de quienes desarrollan el proyecto “Empoderamiento de la mujer en situación de riesgo y vulnerabilidad”, en la parte alta del distrito; espacio en el que las participantes adquieren o refuerzan sus capacidades, estrategias y protagonismo individual o colectivo; para alcanzar una vida autónoma e igualitaria en cuanto al acceso de recursos, al reconocimiento y a la toma de decisiones en todas las esferas de la existencia.
Se trata de imágenes que nos interpelan, que incorporan una visión crítica sobre el sistema de género, sobre los roles y estereotipos asignados a la mujer, así como sobre el histórico postergamiento en que se hayan sumidas. Se trata de mujeres que aportan en diversos campos de la actividad humana; mujeres invisibles, migrantes en la mayoría de los casos, que han empezado a reconocer sus derechos y a luchar por ellos, a cambiar poco a poco sus prácticas culturales y a trabajar más conscientemente por su emancipación. Las distintas dimensiones del bienestar y las carencias se cruzan entre sí en la vida de las mujeres y las niñas. Si no se acelera considerablemente el progreso en materia de igualdad de género, la situación nunca cambiará.
Los cambios, sin embargo, no llegan solos. ¿Qué estamos haciendo para impulsar políticas integradas capaces de generar sinergias y ayudar -por ejemplo- a reducir la carga del trabajo de cuidado no remunerado para las mujeres mediante el acceso a servicios de cuidado infantil gratuitos y universales que les permitiría acceder a oportunidades de empleo; propiciaría la creación de trabajo decente en el sector de los servicios sociales y mejoraría los resultados en salud y nutrición infantil?
Existe a su vez la urgencia de generar políticas que eduquen a los hombres para que éstos asuman la paternidad como parte funcional al interior de sus familias. ¿Qué estamos haciendo desde nuestros espacios para generar el acceso de una educación de calidad destinada a las mujeres de escasos recursos? ¿Cómo garantizamos la transparencia en la rendición de cuentas por parte de quienes ostentan el poder con respecto a los compromisos en materia de igualdad de género?
Las mujeres que aparecen en esta muestra fotográfica no son invisibles, merecen todo nuestro respeto y reconocimiento; son la fuerza silenciosa de un país que las maltrata, que las asesina; que les cercena sus ideas y las margina de lo más elemental de la vida. Poner fin a la pobreza extrema estará a nuestro alcance únicamente si se implica plenamente a las mujeres y se respetan sus derechos, en cada etapa del camino. Esta exposición itinerante de la Casa de la Cultura, Luz Echeverría ha recogido la memoria y el testimonio de sus protagonistas; y constituye un ladrillo más en la construcción de una nueva ciudad, de otro imaginario, de un nuevo país.
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