Augusto Rubio Acosta
La otra noche en El fracaso, anoté en la servilleta una conversación sobre el consumo cultural y la sostenibilidad del sector en esta parte del país; me preguntaba, por ejemplo, cuánto gasta el trujillano promedio en libros y películas; cuánto en cine, conciertos y otros espectáculos del sector artístico. Pensaba, además, en el otro lado de la moneda: en las preocupaciones y los gastos de la enorme mayoría de ciudadanos que nunca visitan galerías, teatros, museos y monumentos; que no asisten a conciertos o intervenciones similares.
A pesar que las artes generan cifras importantes y dinamizan la economía del Perú; el Estado invierte ínfimas cifras de dinero en cultura. Si a ello le sumamos la inestabilidad del mercado laboral cultural, la condición de “no asalariados” de la abrumadora mayoría de quienes integran el sector y la escasez de verdaderas empresas o instituciones culturales que extiendan un contrato al trabajador, capacitación de alto nivel y un sueldo digno a fin de mes, el panorama se oscurece sobremanera.
Que los recursos económicos para el sector cultura se reduzcan, eliminen o deriven a otras instancias en municipios y gobiernos regionales, por ejemplo, es una práctica lamentablemente normalizada. También se ha hecho costumbre que numerosos artistas, gestores y organizaciones del sector y la sociedad civil, se resignen a la ineficiencia y a la politiquería de turno; al clamoroso desconocimiento y falta de visión de quienes detentan el poder en las instituciones públicas; cayendo en el desánimo y la desidia. Se pretende muchas veces ver el asunto como una fatalidad; cuando en realidad el sector está dotado de una gran capacidad de generación de riqueza, crecimiento y empleo.
Todos sabemos que el centro de las políticas culturales debe ser el ciudadano. Sin embargo, ¿quién defiende y valora hoy lo poco que se ha avanzado al respecto en los últimos tiempos?, ¿quién cuestiona y combate la crisis de ideas y valores en las que se ha caído?; una crisis que destruye y banaliza lo cultural, ensalzando la superficialidad de contenidos, la basuralización de los mismos, la promoción del divertimento. Ante una realidad social donde las leyes del mercado dominan, desplazando la cultura a la simple y sencilla inexistencia; es necesario tomar posición. El rescate de las dimensiones ideológicas, estructurales y económicas del sector, así lo requieren; casi nada, es cierto; pero sólo así podremos hablar de sostenibilidad y Trujillo podrá avanzar (al fin) hacia un auténtico desarrollo.
Augusto Rubio Acosta
Escritor y gestor cultural
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