La piratería en el Perú es una actividad económica ilegal que se da a todas horas pero que se ha normalizado en todas las regiones del país.
¿Qué es la piratería? ¿Cómo se extiende la piratería en el Perú? La encontramos en mercados, esquinas, tiendas, páginas web, y probablemente en nuestros armarios o libreros. Está presente en todo el mundo y su expansión no parece tener límites, ¿o acaso no estamos leyendo esto desde nuestro sistema operativo Windows “original”?
A pesar de que en el año 2008 se promulgó una medida contra esta actividad, donde el pirata puede ir de 4 a 8 años a la cárcel, este ha multiplicado su presencia y sus acciones en territorio nacional ¿Qué motiva, entonces, el afán por la piratería?
COMPRANDO PIRATERÍA
La PhD. en Administración, Nancy Matos, explica que este comportamiento pirata comienza cuando sentimos alguna necesidad particular de adquirir productos o servicios. Esta voluntad, dependiendo de cuánto lo deseemos, decidirá si queremos optar por el medio más “correcto” o “fácil” para adquirirlo.
Es así que, cuando compramos mercadería, rara vez nos cuestionamos si adquirir imitaciones es una actividad ética ¿El autor estará ganando? ¿Estoy contribuyendo a una industria ilegal? Este comportamiento ocurre debido a que esta actividad está tan aceptada que casi no nos produce remordimiento.
Esto, sumado a que tales productos tienen un precio mucho menor al original, cala en la mente del consumidor, motivándolo a adquirir lo que se adecúa más al bolsillo.
VENDIENDO PIRATERÍA EN EL PERÚ
¿Cuál es la diferencia entre algo legítimo y legal? La RAE define a “legítimo” como algo que se considera justo o sensato; y a “legal” como lo que obedece a la ley de un territorio. Esto quiere decir que no siempre lo legítimo es legal; o sea, a veces, lo justo no responde a las leyes ¿Cómo se relaciona con la venta de piratería en el Perú?
Nancy Matos explica que, en el caso de las actividades informales, estas “dejan” de ser ilegales si es que el comerciante no tiene los medios para actuar “con todas las de la ley”. Esta “legalización” de lo informal ocurre por la aceptación y reconocimiento de las personas ya que lo consideran justo o legítimo por sus condiciones económicas.
En otras palabras, si un comerciante vende, por ejemplo, películas pirateadas, creerá que su actividad no está mal porque no dispone de los medios para formalizarse y vender películas originales. Si otras personas hacen lo mismo, entonces la actividad parece inofensiva a la vista de todos y se multiplica.
El abogado Francisco Alcázar y la economista Adela Santillana (2018), mencionan que los usuarios hemos forjado cierto recelo hacia el empresario; en el sentido de que sus productos tienen precios injustos y que no empatizan con todas las realidades económicas.
Es así que, nosotros no nos preguntamos si nuestra compra ilegal afectará a los autores, empresarios, distribuidores, etc., o si es que está bien adquirir imitaciones. Según los autores, lo único que nos preguntamos es: ¿qué tan fácil será que descubran mi conducta ilegal y que sea castigado por ella?
En el paso de los años, los peruanos hemos encontrado un rasgo de similitud con la piratería en el sentido de que son productos con precios bajos, muy asequibles, y con una calidad no de gama alta, pero aceptable. Ciertamente esto no con un afán perverso. La piratería forma una relación más estrecha con la mayoría y ahí está, tal vez, su gran fortaleza.
HABLAN LOS AUTORES
A pesar de que la piratería sería una respuesta hacia los precios altos o la dificultad para formalizarse, se considera poco al escritor, cineasta, músico, etc., que, por estas prácticas, no recibe dinero; sin embargo, existe el debate si es que la piratería puede beneficiarlos o no.
El cantante británico Ed Sheeran, en una entrevista con el medio CBS, mencionó: “A pesar de que sea muy controvertido decirlo, el intercambio ilegal fue lo que hizo que mi carrera se disparara. Fueron estudiantes universitarios de Inglaterra los que compartían mis canciones entre ellos”.
Por otra parte, el mítico y controvertido líder de U2, Bono, ha declarado que los verdaderos afectados por esta actividad son los creadores, en especial los que no tienen un nombre tan importante o cierto grado de popularidad como para vivir de conciertos, camisetas y merchandising.
El portal web Perú Económico lanzó un estudio donde se mencionaba que solo dos de cada 100 discos musicales en el mercado son originales. Cifra catastrófica dado que no ofrece ninguna ayuda al creador, sobre todo al independiente.
En el ámbito editorial, la Cámara Peruana del Libro publicó un informe en 2015, donde se exponía que la piratería editorial movería S/ 150 millones al año y peor aún: no hay un solo “pirata” en la cárcel.
El autor peruano Marco Sifuentes, publicó este año su libro: La encerrona. Diario de un podcast en pandemia. Al poco tiempo de lanzarse al mercado, twiteó: “Porsiaca, la versión pirata, no me da plata”.
Por otro lado, cuando el escritor peruano Beto Ortiz, publicó en 2019 su libro: De dudosa procedencia. Subió un vídeo a sus redes sociales donde exhibía un ejemplar pirata y mencionó: “Uno tiene que sentirse halagado porque te piratean cuando la gente lo pide, cuando la gente lo lee. Me están robando, pero estoy feliz de que me roben. Así de estúpido puedo ser”.
La piratería en el Perú ofrece precios bajos, sí, pero no puede obviarse el daño irreparable que ocasiona a los autores emergentes.
¿BATALLA PERDIDA?
La industria musical ahora tiene plataformas de streaming como Spotify o Apple Music, que ofrecen sus servicios a cambio de mostrar publicidad, si es una versión gratis, o un pago mensual para oír sin anuncios. Gracias a ellas, los ingresos en música han crecido un 41%, gracias a más de 176 millones de usuarios en estas plataformas.
Servicios como Netflix, Amazon Prime, HBO o Disney +, ofrecen alternativas para consumir contenidos sin recurrir a la piratería. Al igual que los libros, las versiones digitales poseen precios menores a las físicas. Plataformas como Amazon, tienen opciones para comprar ejemplares originales de segunda mano. El contenido no cambiará y será legal.
La solución no es inmediata, es a muy largo plazo. La medida más idónea para afrontar a la piratería es acostumbrar a la población a que consuma mercadería original, ya que los autores son, como hemos visto, los más perjudicados por esta práctica.
Cultivar una cultura de respeto por los derechos de autor ayudaría a próximas generaciones a considerar y ser más empáticos. Regirnos por cuestiones éticas que no sean ajenas a los derechos del otro.
Los piratas, pues, nunca fueron buenos.
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