Probablemente la vida “perfecta” de un escritor tenga tantas versiones como escritores haya. Cada cual te dirá una idea que escape, mucho o poco, de la ordinariez. En las entrevistas a los escritores que admiro, siempre les lanzan esa pregunta. Y la respuesta es un guion, un verso que lucha por ser insondable. Tiene que tener una respuesta de escritor, con aburrida redundancia.
A pocos les creo que hayan vivido una “vida” de escritor, Auster, Bryce, Ribeyro, Theroux, Neruda, Vallejo, pocos más. Hay que tocar fondo para sentirlo; hay que saber de qué va la nada, el miedo y el amor sin ñoñerías. Hay que viajar de ida en metro sin que los viajeros se percaten de tu existencia; hay que viajar de regreso, recibiendo la mirada puñalada de todo el mundo al ver quién te acompaña.
Para tener vida de escritor hay que escribir, en los momentos de nula inspiración, y respetar cualquier desperdicio de apunte literario que se haya dado a luz, porque, incluso, fue redactado en tu oscuridad. La oscuridad es madre de la luz, y viceversa. Para ser escritor hay que haber superado varios bucles, el de tu familia, el de las mujeres; el de los inconsecuentes que te rodean y te rodearán todos los días
No busco dar la receta, la mía también es falsa, más ficticia que falsa eso sí, lo digo con dignidad. Mis ojeras lo saben y mis embestidas también. Cuando quieras saber si alguien dice la verdad sobre un amor, no le preguntes nada, mírale a las ojeras y revisa el brillo de sus ojos. Curiosamente, para saber si la vida de alguien que ama escribir encaja con esa pasión, las palabras sobran, las verdades también.
La vida de un escritor debe pasar por Barcelona y por sumergirse en la piel de Tossa, la mentira más bella del mar. La vida de un escritor es una verdad que se envuelve con miles de mentiras y se cree algunas, para sobrevivir, para escribirlas, y luego dejarse morir por ellas, literariamente, claro está. La muerte está sobrevalorada.
¿Cuánto daño hicieron los Bukowskis y los Hemingways borrachos –sano era otra cosa el barbudo–? Esa burda broma de la bohemia literaria que mentes provincianas tomaban como carne de biblia a repetir en sus Tumis y bares con rocola.
Lo dijo Oscar Wilde sonriendo “sé tú mismo, los demás papeles ya están cogidos”. Y es que el irlandés lo decía casi todo sonriendo; no es que lo sepa, es que quiero creer que era así.
No sé cómo es la vida de un escritor, pero sí sé qué debe recordar un escritor para poder escribir de manera genuina… yo, ese hábito, lo sigo buscando en mis centros.
Foto de la Iglesia Santa María del Mar por Valery Bazán Rodríguez©
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