Jesús Escamilo
Trujillo- ¿significa tanto unas felices fiestas patrias?
En este encuentro efímero –la vida que tenemos o la que se nos está acabando– la corrupción es o parece ser eterna. No en vano, hace ya una multitud de años, en 1888, el pensador y poeta Manuel González Prada redujo toda la abulia y enfermedad social peruana en un discurso[1]. La interpretación de aquellas palabras bien podría servir para resondrarnos a nosotros pero también a los políticos de turno; parece que con los años el territorio peruano alcanzó a tragar de sus propias heces eternamente y así seguirá. En tanto, existe una cátedra superior tan convulsa como primigenia: la gangrena nos está comiendo por pedazos, y la enfermedad nos va a matar. Morimos por dentro y por fuera, como un individuo desecho que soporta y soporta en vísperas de su bicentenario.

Ahora bien ¿Existe solución? ¿Desde cuándo estamos así de jodidos? Entonces se debería entender que, a la segunda pregunta, muchos peruanos con un desempeño válido por sus horas de desvelo e investigación intentaron responder. Desde el mismo Manuel González Prada, en el siglo pasado; un Salazar Bondy describiendo una Lima con su rutina y costumbres; un reciente Alfonso W. Quiroz, historiador fallecido hace cinco años y que dejó una obra prolífica, Historia de la Corrupción en el Perú; o un Jorge Basadre y un José Carlos Mariátegui; y también en la misma medida algunos soñadores o visionaros poetas hincados por el dolor, y, por qué no, algún nombre que nadie conocerá. No obstante, alguna vez hemos sido menos institucionales y más personas, porque desde la institución con todas las de la ley, estamos formados por una ética provisional, favorecida, hecha para sacarle la vuelta… y vernos al espejo de forma dramática. Y de eso ni los perros.
Aquí el estado ha caído y el amiguismo político, judicial –hazme un favorcito pe´– reina. Esta bibliografía no es nueva, se nos entregó como un manual a seguir, desde más allá de épocas virreinales, pero como hay que empezar en algún lado y teniendo a Alfonso Quiroz cerca, vale señalar, el fracaso de las reformas coloniales, 1750 – 1820, explicado en el primer capitulo del libro antes mencionado. Ahí resalta un nombre, Antonio de Ulloa, quien ya denunciaba prácticas corruptas[i].
Más adelante habrá otros, en todo caso caudillos, puesto que el sistema es el de siempre. Hiere y mata. Acaso, cómo se hacen tan vigentes palabras que tiene hace más de cien años de dichas. O estamos igual, o peor; una invasión de mentecatos saliendo de su casa cada cuanto un sistema lo requiera, y eso es lo que se conoce como democracia. Votar cada cuatro o cinco años. Aunque en este proceder, al menos después de tanta ranciedad, parece que se está despertando.
En realidad, no se trata de izquierda o derecha política en el Perú, ambas han claudicado. Reformas, acercamientos, medidas drásticas, cada reacción ha sido destruida por la megalomanía. Unos roban más, unos menos. Al final, sin ninguna vergüenza, queda la impunidad. Se repite un patrón con elocuencia, servirse a sí mismos. Y nos queda arrugas, penas y un camino por avanzar, aunque solo se trate de años.
De modo similar, hoy más de lo mismo: descarrilamientos soporíferos, pensar que en algún momento estuvimos mejor. Quizá, la gente era mejor, había algunos mejores pensadores, se tenía un mejor congreso o al menos no tantos palurdos, ni zoquetes con un sueldo mayor a los S/15.0000 soles mensuales. De todas formas, como país ya hemos perdido y nos han saqueado: el oro, la plata, el guano, el salitre, el cobre. Hace no mucho se acabó el boom pesquero, en los noventa se vendían empresas nacionales por precio remate, y otra rama de la corrupción crecía. Hace poco, muchos se enteraban de la calaña de políticos en «vladivideos» y Federico Salas contestaba una llamada desde Japón[ii]. El Chino renunciaba.[iii] Lo siguiente ya es conocido.
También vendrían más adelante, Toledo, Alan García por segunda vez, un Ollanta Humala. Ya en las ultimas elecciones, al final, y como siempre: elegir el mal menor. Carácter que nos delata sibilinamente como improvisados. Pedro Pablo Kuczynski sumaba el 50,12% de los votos frente a un 49,88% de Keiko Fujimori, aunque el congreso actual diría y dice lo contrario. Y si lo de antes fue una renuncia al otro lado del mundo hecha por un peruano japonés, en marzo de este año un descendiente de una familia judío-alemana haría lo mismo, renunciar y tejer otro hilo en una manta oscura. La dirigencia del país ha caído –lo del actual presidente solo pasa por acatar y ser un sirviente de lujo en un palacio–, en esta fiesta hace rato nos están metiendo la mano.
De antemano, lo sucedido hoy con el Poder Judicial y el Colegio Nacional de la Magistratura sirve de ejemplo. Es probable también que sea uno de los tantos que tenemos. La historia, deslucida como única, pertenece a una conquista harapienta por creer que somos tantito mejores. No es así. Hay un hedor que asquea momentáneamente, y luego el olvido, entonces jodidos como un tipo gordo y asqueroso –nada de surrealista ni pensado por Dalí o Bretón, o Moro– se come en el mismo lugar donde residen y se impregnan las flatulencias. ¿Qué es esto? Nada menos que la imagen de la mierda y de la injusticia. Porque a la corrupción y nombres de César José Hinostroza Pariachi, se le suma Iván Noguera, histriónico doctor rock que llora solo por ejercicio automático cuando se le es señalado. A todo esto, no hay novedad. Antes del destape de la mierda de funcionarios judiciales se discutía de Odebrecht y sus tentáculos.
En suma: jueces, expresidentes, consejeros, congresistas, alcaldes, funcionarios, inversionistas, ‘tombos’, ayudantes, dueños de restaurantes. De ir más atrás, militares y sus tropas. Aún más atrás en la historia, encomenderos, virreyes, corregidores, y también campañas libertadoras. Todos metidos en un costal. Por aquí todo parece estar permitido. Cagar en la cara del otro. Violar. Robar. Timar. Asesinar, no importa a quien. Plagiar. Decir: ¡ponme una papeleta, no sabes quién chucha soy!; ¡Tamos cagados huevón, la misma huevada es! Puritas mentiras o verdades llenas de un sencillo. Hiere tanto la vacilación, esa ambivalencia propia de un regateador. Solo existe una idea: por aquí no hay nada que celebrar.
¿El Perú, acaso no es este?
[1] Gonzalez Prada, Manuel. Pajinas libres.Edición, Libertadores de américa S.R.L. Lima, Perú. 1988
[i] W. Quiroz, Alfonso. Historia de la corrupción en el Perú, Instituto de estudios peruanos. 2013. Segunda Edición, Lima.
[ii] https://www.youtube.com/watch?v=ifBtWoj_WNg
[iii] http://www.lucidez.pe/politica/se-cumplen-17-anos-de-la-renuncia-de-alberto-fujimori-via-fax/
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