Evocación de Alejandro Romualdo desde el sur de Huancayo. El nuevo artículo del escritor César Chambergo Rojas
A la memoria de mi padre Víctor.
Estoy en el pueblo de mi padre. He venido a pintar una serie de murales. Mientras escribo se oye de cuando en cuando, según la disposición del viento, la melodía de una orquesta; casi automáticamente digo, ¿qué sucedería si me quitaran totalmente todo, incluyendo la melodía gratuita de los músicos? Y recordé ese hermoso poema de Alejandro Romualdo.
Todo el país lo recuerda por el contundente Canto coral de Túpac Amaru que es libertad. Lo que siempre admiro en él es aquella capacidad de hilvanar el discurso poético amoroso con el compromiso social. Elemento como la tierra, las manos, los surcos, pueden bifurcarse para el yo poético de ambas vertientes. Dueño de una obra sobria, sin artificios, trasciende por la alegoría y los símbolos, que sirven para denunciar aquello que atenta contra la dignidad y el amor.
En su obra uno encuentra las confesiones de un apasionado por el Perú; es un labrador de la palabra sincera y de un nutrido grupo de versos de alto vuelo sentimental; de ellos se desprenden algunas lecciones de cómo escribir poemas de amor sin caer en el lugar común. De él podríamos decir que empuñó el amor como una figura central de su vida en tanto poeta y cuestionador de la realidad, sobre todo, del ámbito político.
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