Meghan Markle pasó de ser feminista, a casarse con el Príncipe Harry y renunciar a varios derechos, a volver a decir que seguía siendo feminista. Alana Viera intenta desentrañar este suceso mediático pero a la vez ideológico.
Las personas basamos mucho de lo que hacemos en creencias que se han construido hace muchísimos años y que continuamos construyendo o deconstruyendo; todo depende en qué lado de la historia decidimos situarnos. Una de esas complejas construcciones es el amor. Lo primero que pienso al nombrar el amor es: ¡Cuántas cosas terribles se han hecho en su nombre! Y es que, según una sociedad patriarcal, por amor; una lo sacrifica todo e irónicamente es a través del amor que se alcanza la máxima realización de las mujeres; digo de las mujeres porque en lugar de estar asistiendo a la abdicación de un príncipe a la realeza británica, asistimos a la boda del año; donde una mujer como Meghan Markle abandona todo por amor; porque el amor es suficiente razón para las mujeres de este siglo, para sacrificarlo todo.
Toda la magia que Disney ha podido crear en sus cuentos más famosos, puede ser deshecha con amor verdadero, específicamente, con un beso de amor verdadero; un beso que hace un antes y después en la vida de la susodicha, princesa o plebeya; la vida se le compone con tremendo acto de amor. Un amor verdadero que suele ser un príncipe… y de pronto una puede detener esta narración y pensar: todo bien, eso de las monarquías hoy ya no importa tanto; ya todas las personas saben que solo representan una de las formas más crueles de dominación y hegemonía política que significó la esclavitud, colonización y saqueo de pueblos enteros y que se basa en una serie de privilegios arbitrarios, que ya hoy ha sido desterrada; al menos en gran medida.
Y es que aún nos quedan esas fantasías, esas que el entretenimiento comercial nos vende por todos los espacios posibles, donde sobretodo, las plebeyas del mundo podemos soñar con que un buen día, tropecemos con el apuesto (blanco, ojos azules, cabello rubio) príncipe que llegará para cambiarlo todo, que mejor si se trata del hijo de Lady Di, con historia familiar trágica y todo; la debilidad de cualquier mujer, incluso y a pesar de que se declara a sí misma feminista. A Meghan le pasó. Y entonces la historia tiene un giro moderno, una mujer con un historial de activismo por los derechos de las mujeres, con posturas y discursos que comulgan con el feminismo, se cuela en la realeza británica, es que es un espectáculo mediático que da mucho pan que rebanar, un producto propagandístico que cala duro en las mentes de quien lo consuma y que pone al feminismo en el centro de la conversación.
Pero, ¿Qué es el feminismo? ¿Es apropiado que yo me atreva a decir lo que debe ser? Pues, aunque no intentaré dar una definición, diré que lo que diferencia al feminismo de cualquier moda carente de sustancia es que se trata de un cuestionamiento de la historia; de lo que es y de cómo viene siendo contada. Y si puedo colar esta importante reflexión en el tema del momento, aprovecho para decirlo. El feminismo no se limita a creer que las mujeres hoy en día pueden ser lo que se propongan, el feminismo se trata más de cuestionar prácticas que históricamente han deshumanizado a las mujeres y nos invita a cambiar las reglas del juego e iniciar un proceso de autorreconocimiento que nos interpela y que nos hace interpelar a una sociedad de hombres que creen saber, mejor que nosotras, lo que nos conviene.
Entonces, cuando leo que Meghan renunciará a su carrera como actriz, a su línea de ropa, a su mascota, a su apellido materno, a su religión, a su estilo de vestir, a las fiestas, a las redes sociales y a su postura política que era prometedora; cuando leo todo eso no es suficiente que haya quitado la obediencia a su esposo de sus votos nupciales; no es suficiente que haya entrado a la iglesia sola y que con ello haya roto uno que otro protocolo de una institución (la monarquía), que no requiere ser reformulada sino extinguida; la existencia de privilegios de sangre en pleno siglo XXI no solo es escandalosa, es obscena. No hay una sola razón para “volver feminista” un espacio así. Porque los gestos, sin cambios de fondo son solo eso, gestos.
Gestos con un poderoso mensaje: las feministas, son feministas hasta que les llega el “amor”, hasta que aparece “el hombre” y les muestra que el amor tradicional, ese que nos entierra en la sumisión y la dependencia, es lo que en el fondo queremos, pero estábamos confundidas, pero no había aparecido el indicado, porque interpelar el amor es uno de los aspectos más fundamentales del feminismo, porque no podemos mirar a otro lado cuando perdemos a una compañera, porque esa libertad de elección se ve aplastada por toda una vida de cuentos de hadas y toda una cultura de entretenimiento que nos dice que las mujeres debemos soñar con un momento así.Tengo una versión muy personal de lo que sería un final feliz para Meghan Markle; uno con drama incluido y va más o menos así: Luego de haber aceptado el compromiso, de haberlo comunicado a la prensa, y de venir sintiendo constantemente esa corazonada que sentimos todas cuando estamos entregando demasiado por alguien, alguien que ni en una vida entera de amor podrá devolvernos todo lo que dejamos atrás, se hace la pregunta que lo cambia todo, se pregunta a sí misma
¿Por qué en esta novela no es él quien renuncia a la realeza y decide cambiarlo todo por amor?
Y entonces, encuentra una respuesta que estuvo frente a sus narices todo este tiempo; los hombres no cambian su vida por amor, la nutren de él y se vuelven más fuertes, más felices; pero el amor no les cambia la vida. Al encontrar esa respuesta, Meghan toma la decisión más valiente de todas y se elige a sí misma. Sobra decir que luego de haber rechazado al príncipe, la máxima representación de las aspiraciones del amor romántico es más fuerte que nunca; se elige a sí misma una y otra vez el resto de su vida; ese final, solo es el comienzo de una vida plena.
Pero, como en todo cuento, no podemos faltar las brujas; las que viven su vida obsesionadas con la belleza, el éxito y/o la felicidad de la protagonista del cuento y queremos a toda costa acabar con ese final que se repite una y otra vez. Entonces, cuando leas esto y pienses: si ella estuviera en el lugar de Meghan no se la pensaría dos veces e iría con el príncipe en los términos que mejor le plazcan; piensa y recuerda: las brujas seguiremos colándonos en todos los cuentos y seguiremos intentando cambiar el final; de seguro un bueno día habremos hecho suficiente y lo conseguiremos.
Foto de portada: Mark Jones, Flickr.
https://www.flickr.com/photos/rambomuscles/27537241539
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