“Breves paseos por Marte”, es el título de la primera obra literaria del joven escritor Jose de la Peña Lavander, que ahora forma parte de narrativa erótica que se produce en el Perú. Aunque es egresado de la carrera de Comunicación y Publicidad, más que inclinarse por el periodismo o la publicidad, sentía interés por narrar las cosas del día que le impactaban y que finalmente convirtió en libro.
A pesar de describirse como alguien que no sabe “lidiar con situaciones emocionales”, Jose de la Peña Lavander tuvo la valentía de hablar naturalmente y sin vergüenza sobre sexo; sin embargo, no son completamente sus secretos, pero sí sus temas más incómodos donde, además, incluye las drogas y la vida nocturna que logró narrar sin censura a través de la editorial Colmillo Blanco.
El sábado 05 de octubre debió presentarse en la Feria Internacional del Libro de Trujillo 2018 pero por motivos personales no logró acudir. La ponencia se denominaba “Conferencia Sexo y deseo en la narrativa peruana actual”.
Partiendo de este hecho ¿Qué tenía por contarles a los liberteños sobre el sexo y deseo en la narrativa peruana actual?
Creo que con las nuevas generaciones, por ejemplo, la de los millennials (a la que yo pertenezco) se han creado nuevas dinámicas para las relaciones de amor y deseo entre las personas. Muestra de ello son las aplicaciones para ligar, como Tinder y otras más. Sobre este tema, creo que la literatura es un espacio estupendo para acercase a estas nuevas dinámicas sin prejuicios, porque me parece que muchas cosas que antes eran tomadas como tabú o como filias se están convirtiendo cada día más en parte de ese imaginario colectivo que definen lo que entendemos como “lo placentero”. Y a la larga reconfiguran cómo nos relacionamos, no solo en el plano sexual, sino también en otros aspectos de nuestras vidas. Como todo tema de importancia social, hay que conversarlo ¿Y por qué no? entretenernos con ello.
¿Qué tan conservadores son los peruanos para leer sobre sexo? ¿Se lee mucho o poco sobre sexo?
Creo que aunque nuestra literatura dista de ser mojigata, porque el sexo siempre está presente de una forma descarnada, nos enfrentamos una vez más contra la doble moral. Yo, por ejemplo, me río mucho de cómo la gente está tan cómoda con las letras de reggaetón y se horroriza cuando leen palabras como “mamada” o “follar”. Como si no lo viniéramos haciendo por siglos como humanidad. No sé si es porque le damos más peso a las cosas que están escritas en papel, pero me parece incongruente con los tiempos que vivimos y, en especial, con lo que la gente vive.
Usted ha dicho que los autores contemporáneos de los que más se leen son extranjeros ¿A qué cree que se deba esto?
Creo que el desdén por lo peruano no sólo está en la literatura, sino en las artes en general. Quizás es el miedo del peruano por aventurarse a aprobar algo que no ha recibido el respaldo de la crítica internacional, pero he notado que nos encanta ver lo nuestro cuando ya está haciendo bulla afuera, si no le ponemos muchos peros. Felizmente la situación está cambiando de a pocos y cada vez se consume más arte nacional, se están creando mercados y comunidades, que me parece lo más importante.
¿Qué barreras existen para que autores peruanos se arriesguen a escribir y a publicar?
Creo que actualmente no hay muchas barreras para que la gente pueda publicar sus obras. Las editoriales independientes vienen haciendo un estupendo trabajo y logran posicionar autores nuevos. El mercado no es muy amplio, pero se está generando cierta apertura en la movida local. Creo que el reto más difícil es mantenerse publicando, que no quede en una aventura de una sola vez. Ahí es donde hace falta una red que consuma tanto como se publica y que se sienta satisfecha en el proceso.
Usted dice que un libro puede ayudar a abrir la mente ¿De qué forma ayudan a abrir la mente sus cuentos?
Lo que me gusta de “Breves paseos por Marte” es que habla de cosas que están en nuestra sociedad y que ni siquiera son tan raras, simplemente que nos encanta mantenerlas escondidas. Son el tipo de cosas que se comentan entre susurros y con miedo, aún cuando todos conocemos a alguien que haya vivido una situación parecida. Enfermedades, depresión, experimentar drogas, tener sexo, ¿acaso no está todo entremezclado con lo que se ve por la calle? El problema es la censura moral. Para mí los personajes de BPPM son personas que en algún momento intentan sacarle la vuelta a una sociedad con la que no logran conectar, pero lo hacen utilizando los mismas artilugios que esa sociedad brutal crea. Se les puede juzgar por actuar así, pero yo veo algo de ironía en eso y si mis lectores lo entienden, creo que podríamos decir que abrieron un poquito sus mentes.
¿Por qué cree que se tiene una idea extremista sobre el sexo y las drogas?
Sobre el sexo creo que es por la religión, sin dudarlo. En especial en países latinoamericanos como el nuestro, donde la religión dicta la pauta para lo que está considerado bueno y malo, sin importar que ya no vivamos los tiempos de Jesús, ni con los problemas que tenía Jesús. Sobre las drogas, creo que es un tema más político que de salud, y la gente a veces no lo nota. En algún momento el alcohol fue ilegal en Estados Unidos y hoy ya no lo es, aunque sigue siendo igual de dañino. Lo mismo con la marihuana, en cuyo caso se está reinterpretando su papel cultural y medicinal.
Yo, a las drogas, simplemente las veo como objetos de consumo y creo que como tal tienen un momento oportuno y una dosis oportuna para ser usados. Tal vez lastiman el cuerpo, pero ¿qué no lo hace? ¿Realmente es mejor pasarse tres horas sentado frente a la televisión comiendo un McDonald’s o andar dopado con las pastillas que receta un psiquiatra? A mí me parece que el mayor tema con las drogas viene por parte del tráfico y no tanto por el consumo. Y creo que en esa materia los lectores de Trujillo estarán más calificados para comentar las consecuencias que trae porque he oído que hay mucha inseguridad a causa del tráfico de drogas.
¿Puede ser la legalización una solución?
Quizás, no lo sé. Lo que sí sé es que ahí hay plata. Plata que el Estado en cualquier momento va a querer; serían tontos si no la quisieran. Quiero decir, Estados Unidos ya empezó a sacar millones con la marihuana. Era una droga, hasta que redescubrieron que nada más era una planta.
¿Y qué los motivó?
La plata.
¿En qué momento se cruza la línea de lector a escritor? Desde su experiencia… ¿se visualizaba como escritor o tenía pensado desarrollarse en otra área?
En mi experiencia, siempre me ha interesado el arte. Me encanta plasmar un sentimiento o una visión haciendo uso de algún lenguaje artístico, es algo que nace. En algún momento se me dio por el canto, en otro por el dibujo y luego pensé que la literatura sería mi camino. Así, jugando, empecé a escribir poemas, después uno que otro cuento y terminé escribiendo una novela malísima que espero nunca se llegue a ver. Pero ya estaba en medio de la cuestión porque al final las artes se nutren las unas de las otras.
Creo que cuando uno tiene vena de artista lo que le interesa es transmitir, sin importar cómo. Y eso nos lleva a experimentar otras facetas. Claro que hay artistas que se sienten totalmente cómodos con una sola disciplina, pero no es mi caso. Lo que sí puedo decir es que la literatura tiene un lugar privilegiado para mí, porque es un espacio sin límites, sin presupuestos, sin contenciones. Creo que es lo que me cautivó del trabajo de otros escritores también y lo que me inspiró a seguirles el paso.
«Quizás es el miedo del peruano por aventurarse a aprobar algo que no ha recibido el respaldo de la crítica internacional, pero he notado que nos encanta ver lo nuestro cuando ya está haciendo bulla afuera, si no le ponemos muchos peros.»
Usted dice que sus cuentos se basan en “husmear en un día a día de las personas” ¿Son historias reales?, ¿basadas en su vida o en la de personas cercanas a usted?
Un buen escritor termina siendo un charlatán a veces. Lo digo porque esas cosas que quizás deberían ser inventadas, que deberíamos soñar y despertarnos inspirados a escribir, al final resulta que son sacadas de la vida de los amigos, de la familia y de la propia. Claro que también existen autores que inventaron lo mejor desde su imaginación, como seguramente fue el caso de Lovecraft, Borges y tantos clásicos, pero creo que por eso son extraordinarios, porque no se quedaron en lo que vemos los demás, en lo que ya existe.
En mi caso, no puedo evitar tomar historias que tienen parte de verdad y a partir de ahí me encapricho y las cambio. Para mí lo bonito de la ficción es darle sentido a lo que ya existe porque a veces no lo encuentro. Espero que llegue un tiempo donde “nuestra realidad” me haga más sentido y pueda dedicarme a imaginar algo más allá de simplemente buscar pelar las capas invisibles que envuelven a la gente en su día a día.
¿En tres palabras cómo definiría su libro de cuentos?
Una buena mierda.
¿En algún momento se ha sentido sonrojado de sus pensamientos al punto de cuestionar si escribe sobre ello o no?
Todo el tiempo. Pero grandes escritores me han enseñado que cuando eso pasa es cuando más convencidos hay que estar de lo que estamos escribiendo.
¿No lo ruboriza el hecho que lean sus historias personales?
¿Por qué tendría que hacerlo? No tienen nada de especial. Creo que justamente ese es el punto al que quiero llegar con mis cuentos. Que eso que podría parecer tan íntimo y embarazoso, quizás no tendría nada de especial si todos nos sinceráramos y admitiéramos cómo en verdad es la vida del siglo XXI.
¿Qué dice su familia sobre sus cuentos?
Están muy orgullosos por el libro. No sé si lo están exactamente por los cuentos (risas).
¿Qué aporte le dejó a su obra el viajar a España?
Más que nada, comprobé mi teoría. Estamos muy atrasados en cuestiones de apertura; aquí es muy difícil hablar sin vergüenza, pero en otros lados es más normal. Los españoles se zurran en todo. Dicen algo y si a alguien no le gusta, pues bien, que se aguante. En cambio aquí no podemos soportar dar la contra, como que nos pesa de más.
Viajar y rodearse de otras personas lo inspiró a escribir ¿Qué otros recursos considera inspiradores para escribir?
Tener amigos y escuchar sus problemas, intentar comprenderlos. Amar, amarse, crear un mundo personal, honesto. Quitarse los programas y los horarios sin volverse irresponsable, ser más aventurero. Y en general, creo que todo lo que pueda ser divertido o visceral se convierte en combustible para un autor.
¿Cuál fue la mayor barrera para publicar su obra? ¿Cómo fue el proceso?
La plata siempre es un tema, pero también importa tener una editorial de confianza. Menos mal que con Colmillo Blanco hay una relación muy cercana y mis editores se van haciendo con los años como parte de mi familia. Ahora, hablando del mercado y del mundo editorial, creo que los problemas vendrán a partir de los próximos meses si no se renueva la Ley del Libro por la que tanto están reclamando las editoriales independientes. Definitivamente puede afectar el ecosistema literario y poner trabas para los autores más jóvenes, como lo soy yo o como puede ser alguien que busca publicar por primera vez.
Está escribiendo la novela “El Año del Fantasma” ¿De qué trata? ¿Por qué ahora decide iniciarse en el género de la novela?
La novela ya está escrita, solo estamos a la espera del momento propicio para publicarla. Lo que busco con ella es dar un retrato de mi generación y de sus problemas más enraizados, como la soledad, la incomunicación en época de redes sociales, el sexo sin intimidad, las migraciones, la discriminación, la desigualdad. Son cosas con las que creo que convivimos y a las que hay que darle una voz y una narrativa para entenderlas mejor. «El año del fantasma» trata sobre un chico depresivo que se automedica con marihuana y que trabaja como entrevistador en una prestigiosa revista limeña.
El tema con él es que pese a que conoce mucha gente por su trabajo, no siente realmente una conexión con nadie. Es como si existiera en otro plano y esto se hace más patente a causa de las drogas. Entonces el título del fantasma tiene mucho que ver con él y con cómo se siente; pero también hay otras sorpresas con esta idea en la historia.
A Jaime Bayly se le caracteriza por sus escritos eróticos y explícitos ¿Cree que es de los mejores exponentes peruanos en las obras sobre sexo? ¿A qué otros escritores peruanos sumaría a la lista?
Definitivamente Bayly es de los más ubicables a la hora de hablar de sexo en la literatura peruana, pero no es en el único en quien hay que pensar. Están Oswaldo Reynoso, Enrique Congrains, el mismísimo Vargas Llosa; y entre autores más “jóvenes” pero con una trayectoria también admirable, Gabriela Wiener, Francisco Ángeles y Dany Salvatierra.
¿Autores que recomiende para quienes desean iniciarse en la lectura?
Entiendo que me toca proponer autores peruanos, así que doy algunas recomendaciones que no pueden fallar como Julio Ramón Ribeyro que mantiene un aire que recuerda a los clásicos que nos mandan a leer en el colegio, pero es más chévere porque todavía se siente natural. Jaime Bayly por su astucia para retratar diálogos, es insuperable, y su honestidad es brutal. Es la opción cómica sin pierde. Ana Izquierdo con “El hijo que perdí” es una de las joyas que nos dejaron la depresión y la modernidad. Fácil de leer, difícil de digerir; el tipo de combo que trae una buena lectura. Y Giacomo Roncagliolo, si quieren algo más experimental, es a él, a quien necesitan leer. Su novela, “Ámok”, es un claro referente de lo visual que puede llegar a ser la literatura.
Entrevista de nuestra colaboradora Yasmielen Beatswine
Fotos: Cortesía de Jose de la Peña Lavander
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Siente Trujillo es Medio Partner de la Feria Internacional del Libro de Trujillo.
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