Con pedazos muertos, declaraciones insospechadas y pasajes perdidos, el conspicuo periodista Luis Jochamowitz reconstruye un pasado en «Ciudadano Fujimori». Esta investigación podría establecer que algunos secretos no pueden estar siempre con llave, por ejemplo el apellido que tanto se conoce Fujimori, bien hubiese podido ser Minami; el rostro de alguien que fue más allá de la política es develado por otros, y aún falta mucho por conocer.
Jesús Escamilo
Con necesidad profunda y exploratoria, o bajo la histología humana acercándose a una investigación periodística que conduce a un solo hombre. Así se reedita un libro que cada peruano debería tener en sus manos, pupitre, en su cajón, o en cualquier otra parte. La cuestión es tenerlo, no prescindir de él. Veinticinco años después, Luis Jochamowitz, el mismo ciudadano Fujimori -entiéndase desde el libro-, y el Perú entero, ven la cotidianidad con una perspectiva distinta: hemos sido afectados, y damos pasos como si estuviésemos borrachos, vanamente nos levantamos, parece una eterna resaca.
El concepto más primario de ciudadano es tan simple, no se desmarca ni se aleja de sí; un ciudadano es la ciudad, es un habitante, un miembro de una comunidad organizada. Aunque el concepto, no en vano recoge distintas disciplinas, no es unívoco, no se puede soslayar. Un ciudadano es un ser social, político, económico, con inscripción pasiva o activa de alguno de ellos en una nación, y se tiene a su vez derechos universales y compromisos donde existe igualdad.[1] Y de esa forma se compone el libro, surtido incluso de entrevistas, en donde el pasado prima y pesa, tanteando un presente, al que se llegó en 1993 – fecha de publicación del libro, pero de una investigación hecha intensamente en 1991.
Por eso antes o después de empezar el libro, el lector debe enterarse que «Ciudadano Fujimori» cubre rastros antes insospechados, donde la familia, los amigos, la universidad y por ultima la política académica y gubernamental van uniéndose a un nipón del que se traslada y es admirable su vida de forma rígida, gobernada por lo metódico y un secretismo ultratumba. Llegar como un desconocido sabiendo dónde hay que golpear o aprendiendo de la experiencia. El pequeño Fujimori aprendió a ser así y también lo llevaba genéticamente, aunque circunstancias como el ser la primera generación nisei en el Perú en un marco después de la Segunda Guerra Mundial donde todavía las rencillas entre Japón y Estados Unidos serían severas.
El desarrollo personal no está ajeno en el libro, y el prurito investigable data a inicios del siglo XX; el padre de Alberto Fujimori llega a Perú entre 1920 y 1934 (pág. 32) aunque sin precisión, existen esbozos que así fue. Naoichi Minami, un joven sastre, inmigrante, que luego ve con necesidad formar una familia y que para eso regresa a Japón a casarse con Mutsue Inamoto. A modo singular se explican los contextos del mundo y tradiciones como la del novio o hijo adoptivo, se explica quiénes eran los Fujimori y cómo dos jóvenes reciben un apellido y la tarea de vivir perpetuando el linaje, ya sea en América del Sur.
También resulta atrayente lo indescifrable del nacimiento de Alberto Fujimori, y la contextualización de sus primeros años. La prohibición de gobiernos de turno y la resistencia japonesa buscándose la vida. Ahora Naoichi Minami, era y se presentaba como Alberto Fujimori, y veía otro futuro, más hijos y más responsabilidades; viviendo de oficios y mudándose de un lado a otro – Avenida Grau 526, interior 4- (página 24).
En el tercer capitulo del libro y hacia adelante, la figura y temores del pequeño Alberto Fujimori, hijo, ira creciendo. Su vida en el colegio Leoncio Prado, el hermetismo de sus respuestas, su habilidad y destreza en los estudios; su congelamiento con los deportes físicos, su cumpleaños numero siete una semana antes del bombardeo en Hiroshima. Pero sobre su academicismo destaca, sucedería lo mismo en la universidad, su don matemático en la Escuela Nacional de Agricultura; aunque en primera instancia la especialización en matemáticas demoraría en llegar.
Acabada la carrera y siendo un ingeniero agrónomo, Fujimori revuelve su realidad y se dedica a la enseñanza; rasgos que demuestran aspectos psicológicos, donde parece que los planes ya están diseñados antes de demostrarlos; no se deja nada fuera de cálculo, porque los escalafones serían bien utilizados en la campaña electoral con tino y cercanía. Una militancia numérica donde la ecuación iba dándose a cada paso (página 201).
«Ciudadano Fujimori» intenta, o acecha datos, acerca lo desconocido de un hombre a los ojos de otros; es sin duda, desde la florería Fujimori, la vida del profesor de matemáticas, el viaje a Francia, el perseguimiento de puestos académicos superiores, hasta su nombramiento como rector de la Universidad Agraria La Molina; que la vida del hijo de un agricultor y sastre puede ser reconocida como una antesala a lo que sería su llegada a Palacio de Gobierno. Alberto Fujimori ensayó o ensayaría muy bien sus órdenes cuantitativas, la praxis de lo definido en todos esos años; por ejemplo su interés en 1973 por realizar cambios para él, había visto el mundo desde su Master of Science en la Universidad de Wisconsin y su viaje a Cuba, y buscaba otras alternativas; aunque simples, pero hincadas con propósitos: enseñar desde abajo, desde lo elemental. Y así sería.
Mas adelante, los propósitos van en aumento, desde 1977; en su primera candidatura al VIcerrectorado en La Molina, la cual pierde y es aprovechable para su futuro. Fujimori resalta dentro del libro con una perseverancia entera, seguida en remover cualquier obstáculo o aprovecharse de ello. El silencio, otra vez el hermetismo, paulatinamente gana terreno y comienza a multiplicarse de forma práctica, si un gran discurso. «Ciudadano Fujimori» es un planificador, un estadista; debido a su sigilosa forma de pensar llega a tener una constructora llamada Fuji; o en reparo contra la crisis económica nacional, que tumba el negocio inmobiliario, crea una academia de nombre Wisconsin “Higuchi–Fujimori, Directores” teniendo un gran éxito; o también un programa de televisión en canal 7 durante tres años con ayuda y favor del mismo presidente García.[2]
El libro de Luis Jochamowitz envuelve, es atractivo. Ejerce hoy en día una mirada más profunda y lejana que la de aquella primera publicación. Adquiere una mirada sustancial por recoger palabras y hechos que podrían pasar desapercibidos; pero que empiezan a tener sentido si se unen, nada más lejano que algunas palabras dichas antes del 5 de abril de 1992. Una visión hecha desde adentro, que recluta el misterio de un hombre que se autodenominaba: calculador e intuitivo. Y que sin tanto rating y aplausos llega hasta a hacerse notar teniendo en su campaña el método Deming.
El libro, al final, conlleva más al pasado que al presente de ese entonces; tiene vigencia, pero tiene que ser visto como una primera parte de un sistema, no solo de un hombre. En todo caso, Historia de corrupción en el Perú en el capitulo siete, Conspiraciones corruptas 1990-2000, de Alfonso W. Quiroz, conduce por aquel camino.
[1] Thomas Janoski, Ciudadanía y sociedad civil: un marco de derechos y obligaciones en Regímenes liberal, tradicional y socialdemócrata, Cambrige University, 1998, p 9.
[2] W. Quiroz, Alfonso, Historia de corrupción en el Perú, Instituto de Estudios Peruanos, 2013, p 356.
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